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Las tallas realmente son un lío, al menos para mí, que diseño a mano, corto a mano, coso a mano… Yo me pruebo y si me queda bien, tiro para adelante… Si me queda mal, rectifico hasta que me queda bien, y para adelante…siempre adelante. Pero está el problema de las tallas, así que luego con la pieza ya hecha voy probando a otras mujeres y veo si les falta de aquí, les sobra de allá, y cuál es la medida más estándar, la que se adapta a más cuerpos. Es distinto para cada vestido, para cada pantalón, porque los cuerpos son dispares, todos bellos, y todos diferentes. Y cada pieza de ropa tiene una caída distinta, un corte, un estilo que hay que respetar… Así que voy perfilando, a mano, para que la prenda sea adaptable al mayor número de mujeres posible, y que al mismo tiempo mantenga un sello propio, un corte que la haga diferente, darle una identidad al vestido, falda, abrigo o pantalón. ¿Parece fácil? Pues os digo, de verdad y con la mano en el corazón: ¡no lo es!

Me resisto a hacer tallas distintas, que sería lo más fácil si tuviera un equipo de costureros y costureras trabajando para mí, pero estas dos manitas que tengo no pueden llegar a todo. Así que lo compenso creando prendas de ropa que se adapten, que sienten bien a distintos cuerpos con distintas formas, al tiempo que respetando el tejido y el diseño. Y en el fondo me gusta hacerlo así, porque consigo algo que las grandes marcas con sus tallajes infinitos no consiguen: no etiquetar.

¿Cuántas de vosotras no os habéis sentido juzgadas alguna vez por unos pantalones? Que si tengo los muslos demasiado anchos (para el señor o señora que diseñó el pantalón), o la cadera demasiado estrecha, o la pierna demasiado corta. Las cosas no son neutras, aunque nos hagan pensar lo contrario. las cosas se piensan, se diseñan y se hacen con unos parámetros, que implican necesariamente una forma de ver el mundo. Recuerdo el ejemplo de los puentes de Moses, y por si no lo conocéis os lo cuento:

 

Un artefacto tan aparentemente inocuo como un puente puede estar cargado de política. Muchos de los puentes sobre paseos de Long Island, en Nueva York, son notablemente bajos, con apenas tres metros de altura. Robert Moses, arquitecto de Nueva York responsable de esos puentes, así como de otros muchos parques y carreteras neoyorquinas desde 1920, tenía un claro propósito al diseñar los doscientos pasos elevados de Long Island: reservar los paseos y playas de la zona a personas de raza blanca, acomodada, y por tanto que tuvieran automóviles. Así, los autobuses (que medían 4 metros de altura) y que eran el medio de transporte habitual de personas pobres y de raza negra no podían llegar a la zona. Esto nos lo contaba Langdon Winner (1986) en un artículo publicado por el MIT, que podéis leer íntegramente aquí.

Es un ejemplo claro de cómo las medidas etiquetan y segregan, tú vales y tú no. Sabiendo la sociedad en la que vivimos, tan centrada en el culto al cuerpo, ¿por qué no podría tener el mismo propósito una talla de pantalón? Pues yo me rebelo ante eso, no solo por economía de tiempo sino por ideales: me resisto al tallaje. Así que si quieres ver cómo hago magia con las prendas y cómo te ves estupenda tengas la talla que tengas, pásate por el taller o por cualquier tienda distribuidora y me darás la razón.

Encontrarás la lista de tiendas distribuidoras en la página de inicio www.jeicolori.com, o simplemente ponte en contacto conmigo.

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